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Nacà en Chilecito
Las palabras se agotan cuando el amor se involucra
Nacà en Chilecito, un pequeño pueblo en la provincia de La Rioja (Argentina). Y siempre que me presento en algún lugar, lo pronuncio primero, y después agrego las referencias.
Un lugar donde la plaza verdaderamente es el corazón que late para la ciudad.
Un pueblo que nació en 1715, que se aferra a no perder su inocencia y que vive de lo que produce su tierra.
Está ubicado en el corazón de la provincia, y es pequeño... pero quiere ser grande.
Chilecito es un valle que tiene cerros y montañas a los 360 grados. Su clima es bien marcado: En invierno hace frÃo en serio. Y en verano, hasta al sol le hace calor.
Por naturaleza Chilecito tiene poca agua, asà que los cactus son como hierba. Toman el agua de las pocas lluvias de verano y con eso tienen para sobrevivir el resto del año.
Ese clima seco, sus 1100 metros de altura sobre el nivel del mar, el calor del dÃa y el frÃo de las noches, son el coctel perfecto para abonar nuestras uvas.
Cada febrero, la sangre de nuestra historia se tiñe de dorado, cuando las lágrimas de las parras se transforman en dulces pepitas de la única cepa de nacionalidad argentina: el Torrontés Riojano.
Nueces, aceitunas, aceite, tomates, pimientos y un montón de frutos más, nacen de esta tierra árida, que aunque pasa sed, nunca deja de parir.
Aquà yace el cable carril más alto y largo del mundo, una gran estructura de acero oxidado que a principios del siglo XX se metió hasta las entrañas de la montaña que le da vida al pueblo, para extraer su oro.
En 1900, fue el elegido para la instalación de la primera sucursal del Banco de la Nación Argentina y la primera lÃnea telefónica del interior del paÃs.
Todo esto en una ciudad donde se acuñaron monedas de nuestra República. Es Chilecito, mi pueblo… parte importante de la historia de nuestra Gran Argentina.
Quienes vivimos aquà no somos personas comunes. No nos gusta que nos digan hacia donde ir y qué hacer. Nos apasiona la poesÃa, el arte, la música y la danza.
Nos emocionamos cuando escuchamos los latidos de las cajas chayeras... Una especie de pequeño tambor que hace "tun tun", mientras prepara el festejo de todo un mes, donde se juega con agua y harina, bajo el perfume de las hojas de la albahaca.
Para nosotros, la plaza del pueblo es como una calesita. Nos encanta dar vueltas en ella. Lo hacemos desde niños, y aunque construyan decenas de opciones a su alrededor, la plaza sigue siendo nuestro epicentro.
Tiene árboles enormes de más de 100 años, que en verano la mantienen fresca con su enorme sombra, y en otoño dejan caer sus hojas para regalarnos las gamas más hermosas de los amarillos, dorados y rojos.
El pueblo también tiene dos enormes guardianes. Uno al este y otro al oeste. El sol despierta cada mañana con el permiso del Velasco. Y se va a dormir cada dÃa detrás del Famatina.
Aquà tomamos agua pura de la montaña. Enormes rocas de hielo eterno son nuestras reservas de agua dulce permanente. Las lluvias las cargan, el frÃo las congela y la naturaleza hace el resto.
El agua viaja por pequeños rÃos que nos nutren, y también a los animales de la zona.
Somos una pequeña familia de 60 mil habitantes. Y aunque a veces nos peleamos o discutimos entre nosotros, siempre permanecemos unidos.
Somos solidarios y buenos anfitriones. Nos encanta recibir gente y ayudarlos a empezar de nuevo. Somos confiados y nos conocemos casi todos.
De aquà salieron varias mujeres y hombres que dejaron huellas profundas en la historia del paÃs. Nos encanta inscribir el nombre de Chilecito en cada uno de nuestros logros.
Nos ponemos orgullosos cuando uno de los nuestros llega lejos, y sentimos que sus sueños, son los nuestros.
Chilecito tiene aire puro y cielo celeste. Inocencia y rebeldÃa. Tradiciones y cultura de nativos... Y también tiene una Fe inquebrantable.
Aquà nacÃ. Aquà elegà vivir, y espero tener la oportunidad de dejarlo sólo cuando Dios me llame.
Chilecito es mÃo y de mis hijos. Como lo fue de mis abuelos y mis padres.
Intentar describirlo no es fácil. Porque las palabras se agotan cuando el amor se involucra.
Josho Campillay